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EL CALIFA DE PUERTA OSCURA

Publicado 05/01/2020

VISTA DESDE LA MURALLA DE LA ALCAZABA DE MÁLAGA. FOTO NAVARRO. VISTA DESDE LA MURALLA DE LA ALCAZABA DE MÁLAGA. FOTO NAVARRO.

Y de pronto me vi ahí, como por arte de birlibirloque sobre las murallas que de niño oteaba en el horizonte de la ciudad. Tras atravesar las ocho puertas en recodo, luego de cruzar la guardia entre las dos líneas de murallas y torres, caminaba solo sobre el escenario de mi vida: el teatro romano era testigo.

De niño pasaba muchas mañanas de domingo aquí, jugando entre viejos sarcófagos, asomándome al resplandor cegador del mar; a la luz de la meridiana. Porque no hay luz más clara que la de un mediodía malacitano.

Mirando hacia la medina, casi podía tocar las noches de juventud tras salir del Armenia; por un momento me pareció oír las voces familiares de entonces, percibir las sombras fugaces de la vieja morería, hoy convertida en Museo Picasso. Hace pocas horas me había dicho un sabio: “Lo que pasa no vuelve”.

Y así es, en efecto: no vuelve, pero deja una impronta, una huella que se apila junto a otra huella en el trastero del corazón, en el desván de las vivencias, en esa calle de los amores perdidos y los sueños rotos que todos tenemos, aunque no lo frecuentemos. La memoria es como el Palermo de Borges.

Muy frágil ha sido esta memoria en lo tocante al último Califa de Al Ándalus, a un hombre que miraría una ciudad desesperada a sus pies, un hombre que pudo deambular – pensando – por los mismos lugares que nosotros estábamos pisando la mañana del 3 de enero.

Yahya III ben Idrís, al – Mahdi (el oculto) fue el último Califa de Al Ándalus. No era un omeya, su legitimidad era otra, su legitimidad era idrisí, emparentada directamente con Alí, yerno del Profeta. El último califa fue chií. Los ziríes de Granada lo depusieron en 1056. La sede había quedado vacante. CUARTOS DE GRANADA. FOTO NAVARRO.CUARTOS DE GRANADA. FOTO NAVARRO.

Los hamudíes fueron califas reconocidos por amplios sectores de Al Ándalus y el Magreb, no resultaron un fenómeno tan efímero como en principio pudiera parecer. Es verdad que nunca contaron con el apoyo de Sevilla – fiel seguidora de los omeyas – pero eso no fue óbice para que en Córdoba primero y en Málaga después se estableciera un califato, como digo, ampliamente reconocido en diversos territorios del islam.

No es un califato como el de los tiempos de Al Hakam, carece de su brillo y poderío, pero hay que tenerlo en cuenta para explicar el fin de Córdoba y la formación de las taifas. Las mecánicas familiares y religiosas durante la descomposición de Al Ándalus son endiabladamente complejas, pero la lucha de una legitimidad chií contra otra sunní eleva el listón del conflicto.

El califa de Córdoba era reconocido incluso en el lejano Sahel. En la mismísima Gao, pudimos filmar las inscripciones en mármol de Macael que así lo atestiguan. Gao ahora es un campo de batalla en el que corren la sangre y el dinero en calles paralelas.

El occidente musulmán era una potencia en torno al año mil. Cuando Abderramán III se proclamó Amir al muminín (príncipe o comendador de los creyentes) se colocó en la estela sucesoria del mismísimo Mahoma. Era su heredero y los musulmanes le debían obediencia y respeto.

Pero el sueño cordobés no fue más que un pulso contra el destino trágico que parece dirigir a los hijos de Iberia, un brillo efímero entre la sangre de dos guerras civiles. Si primero había sido la fitna de Omar Ben Hafsún, un malagueño, la exacerbación personal de Almanzor, otro malagueño, había terminado por dinamitar las bases del Califato de Córdoba.

El sueño del imperio se había quebrado, el gran poder que debía unir a todos los buenos creyentes se había disuelto como la arena en el Harmatán.

El califato Hamudí – que acuñó moneda de oro como muestra el registro arqueológico – fue un intento de sostener ese gran poder bajo otra legitimidad. Pero las fuerzas políticas y militares orientaron la brújula hacia ámbitos distintos.

Los califas de Puerta Oscura, los califas de la alcazaba de Málaga, duermen desde entonces el sueño de los justos, representando un gran reto para aquellos investigadores que quieran coger el guante.

La Alcazaba está en pie gracias a Torres Balbás y Juan Temboury. Considerada por muchos expertos como una fortaleza al estilo de las orientales, se compara con el Kerak en Jordania, cobija bajo sus muros y suelos un registro arqueológico que podría arrojar luz a la historia de España desde el lejano tiempo de los primeros navegantes llegados desde Tiro.

Las huellas califales, hamudíes y nazaríes todavía pueden verse en los muros y estancias de La Alcazaba. Aunque pueda sorprender, el año pasado la visitaron más de un millón de personas. Si tras una noche de tormenta en la mar amaneces frente a ella en mañana soleada, podrás considerarte un elegido. 

 

Manuel Navarro

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