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UNA ARQUEOLOGÍA PARA LA CONQUISTA DE MÁLAGA

Publicado 19/08/2020

Los cuartos de Granada.Los cuartos de Granada.Entre otros títulos, la ciudad de Málaga ostenta los de “Muy noble y leal”, “Hospitalaria”, “Benéfica” o “La primera en el peligro de la libertad”. Me atrevo a añadir otro más de mi propia cosecha: “la primera en el peligro del olvido”. Hoy 19 de agosto de 2020 – año infausto – se cumplen 533 de la conquista cristiana de la ciudad por parte de los reyes Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, los Reyes Católicos. ¿Y qué sabemos de aquella guerra? Pues lo que escribieron los cronistas castellanos y – por llamarlo de alguna manera – el contraplano de Al Maqqari.

Anoche después de cenar, acudimos a un aparcamiento público que está situado en la Avenida de Andalucía. Ha pasado poco más de un año desde que pudimos ver un barrio andalusí completo, o casi, que había emergido durante el desarrollo de las obras del metro junto a este aparcamiento subterráneo que ocupa el subsuelo de la principal arteria de la ciudad.

Hace pocas jornadas, el Presidente de la Junta de Andalucía, con gran boato, inauguraba la nueva avenida que de esa forma se abría al tráfico. El barrio andalusí había desaparecido – por obra de maléficos jins – para siempre, en aras de un mal entendido progreso. El conflicto patrimonio histórico frente a desarrollo urbano había vuelto a resolverse sin solución de consenso. Esto pasa en Málaga y en otras ciudades, desgraciadamente es un problema frecuente, en el que el peso de la Historia es menos pesado que el peso del dinero.  Nos duelen los ojos de verlo, doy fe.

Saco el tema a colación no por hacer polémica de este problema – que es un conflicto de intereses vivos y permanentes – sino por hablar de la documentación arqueológica del periodo nazarí en Málaga.

La Alcazaba puede parecer suficiente – arqueológicamente hablando – pero no lo es. No es más que el gran sitio, el símbolo, la gran construcción de época andalusí. No obstante, un hecho tan relevante como el asedio y toma de la ciudad de Málaga por obra de sus católicas majestades, debió dejar una profunda huella material en el subsuelo de la medina y sus arrabales.Vista sobre el teatro romano. Vista sobre el teatro romano.

En este sentido, recuerdo alguna aparición puntual de supuestos restos arqueológicos del campamento de Isabel la Católica durante unos trabajos de restauración en el Convento de la Trinidad. Poca cosa.

Esta mañana trataba de hacer memoria y entonces he preferido consultar a Virgilio Martínez Enamorado. Y cuál es mi sorpresa, cuando me dice que de la conquista de Málaga no hay arqueología: nada, es un tema que no se ha tratado, salvo episodios casuales. En momentos así es cuando te percatas que en más ocasiones de las debidas hablamos de episodios históricos – dando por hechos ciertos, los narrados por la parte triunfadora – sin tener el necesario contraste material. El análisis arqueológico es más independiente, en principio, que la crónica oficial.

 Málaga es una de las ciudades más antiguas del occidente europeo, con al menos tres mil años de existencia. Aquí se asentaron los fenicios, los griegos y toda la troupe de orientales mediterráneos durante la Edad del Hierro. Luego vino Roma, los primeros cristianos, los bizantinos, los árabes, los mozárabes… Cuando Fernando e Isabel plantaron sus reales a las afueras de la ciudad en la primavera de 1487 lo hicieron  ante un ónfalo y sabían que estaban a punto de tener las llaves del Reino de Granada en sus manos. Por eso vinieron con grandes ejércitos y con una descomunal flota aliada de más de cien navíos, que asfixió el puerto durante interminables semanas.

¿Qué sucedía mientras en la medina y los arrabales? ¿Cómo soportaron sus ciudadanos – civiles – los bombardeos, la hambruna y la enfermedad? El Señor Muro, secretario del Cardenal de España, Don Juan, da cuenta de lo sucedido. Fernando Guillén de Robles lo recoge en su decimonónico libro “Málaga musulmana”.

Azufre, sed, peste, hambre. Los habitantes – antes felices según las crónicas – de la bella Málaga, ensalzada por los viajeros musulmanes y por los cristianos, fueron transformados en una famélica legión, espectros en vida, cadáveres sin rumbo, blancos en los adarves.

Las guerras son así, son crueles, y en muchas ocasiones han afectado directamente a la población civil. Cuando se produce un asedio, la ciudad es el campo de batalla, no el refugio. La medina deja de ser el lugar de la calma, la religión y la civilización para ser objeto de codicia y desgracia.

A pesar de todo, a pesar de que se había consumido el agua de los aljibes, de que los accitanos – los únicos del reino que trataron de prestar ayuda – fracasaron en su misión de auxilio; a pesar del hambre, la muerte y las bombas, los ciudadanos de Málaga no se rindieron. Sus murallas resistían los envites y la pólvora; los arietes y las arengas. No importaba que se arrojaran cadáveres despedazados con la peste – en una clara guerra bacteriológica – o que se trataran de minar las murallas que aún hoy pueden verse por Carretería o en la Puerta de San Buenaventura.Portada de la reedición de 1947 de Málaga musulmana. Portada de la reedición de 1947 de Málaga musulmana.

El Señor Muro, cronista del Cardenal de España, da cuenta del destino de la población civil al rendirse Málaga:

“Los prisioneros fueron dados en regalo, parte a los próceres y parte a los soldados; parte fueron vendidos públicamente, parte rescatados con precio”.

De hecho, según algunas crónicas, muchos prisioneros fueron rescatados dos veces, ya que el rey Fernando era muy codicioso.  El traidor Alí Durdux, que vendió la ciudad y a sus habitantes, debió ver semejante afrenta con plomo en su conciencia. La morería y la judería fueron silenciadas. Las mezquitas del centro, incluida la Aljama,  transformadas en iglesias. ¿Imagináis lo que la arqueología puede aclararnos al respecto?

Hoy Virgilio me hablaba sobre los habitantes de Mijas y Osunilla: engañados por Fernando se entregaron y fueron conducidos en Galera hasta Málaga. Se les había prometido su traslado al Magreb, como a los de Vélez, pero el Católico los vendió como esclavos. Fueron llevados a Roma y desfilaron delante de Inocencio VIII “como si de hecho hazañoso se tratara”. Quién sabe si alguno de ellos coincidiría años después con el célebre León el Africano.

Es muy posible que parte de esta guerra permanezca bajo el suelo de la ciudad. Una arqueología de esta toma, es imprescindible. El relato, está incompleto. Hoy es el día para recordarlo.

Manuel Navarro

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