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UN CROMLECH EN EL PATIO DEL CASTILLO… Y NOSOTROS,SIN ENTERARNOS

Publicado 19/08/2024

Somos geología, recuerdo… y olvido. Un afloramiento volcánico conformó el gran cerro sobre el que se asienta el castillo de Cumbres Mayores, al norte de la provincia de Huelva. El castillo confiere personalidad y perfil al pueblo de los embutidos ibéricos, las ermitas y las fuentes. Sus elevadas murallas retan a la gravedad y a los tiempos, conformando un bellísimo conjunto patrimonial, junto a la iglesia de San Miguel Arcángel, recortado en el horizonte, junto a su peculiar plaza de toros, antiguo corral del concejo, donde se retuvieron y cobijaron los ganados de la trashumancia de la Mesta. 

No en vano la cañada real soriana y dos cordeles confluían en el mismo pueblo. Es decir, un cerro bien marcado en el paisaje, en un antiquísimo cruce de caminos, con agua abundante y una geología peculiar. Demasiada singularidad para que no fuera percibida y valorada por nuestros antepasados neolíticos,de al menos seis mil años atrás, para erigir sobre ella un imponente y sorprendente cromlech, enterrado y olvidado durante cientos de años y que ahora reaparece y emerge ante nuestros ojos asombrados e incrédulos. Pero, antes que nada, ¿qué demonios es un cromlech? Pues una agrupación de menhires ordenados en círculos o líneas, nada más ni nada menos. Por eso, la pregunta que en verdad deberíamos formularnos es: ¿cómo pudo estar desde siempre en el patio de un castillo muy visitado sin que lo supiéramos ver hasta ahora?

            Pues se trata de la mirada, de la que tantas veces hemos reflexionado. Estaba, pero no lo veíamos. Hasta que alguien no se pone las gafas de ver, no vemos, aunque tengamos la cosa misma delante de nuestras narices. Pasó con las pinturas rupestres de las cuevas, que ahí estuvieron desde siempre sin que las supiéramos descubrir hasta que María, la hija de Sanz de Sautuola, en Altamira, levantara la cabeza y pronunciara la frase propiciatoria. <<Mira, papá, bueyes>>. Se disiparon, entonces, las tinieblas que nos impedían ver, y las pinturas rupestres comenzaron a lucir ante nosotros. Pues igual ocurrió con el cromlech, invisible hasta que el arqueólogo, Timoteo Rivera, le preguntara al concejal de cultura, <<Pero, Jesús, ¿qué son esas piedras>>. Era el 2018 y se abría un nuevo episodio para el megalitismo español.

Pero comencemos por el principio de esta historia, el castillo.

Sancho el Bravo lo ordenó levantar en 1293 con la imponente sobriedad de acuartelamiento militar, sin el adorno ni ornato propio de las residencias nobiliarias. Una gran portada demuestra el empeño en monumentalizar aquella fortaleza de la Banda Gallega, erigida como protección frente a las aventuras portuguesas más allá de sus fronteras, conjuntamente con los de Fregenal de la Sierra, Aroche y Santa Olalla de Cala. El reino de Sevilla podía dormir tranquilo con ese imponente rosario de fortificaciones de la Banda Gallega. Sobre la puerta principal apreciamos un relieve del arcángel San Miguel, que tendrá un alto protagonismo en nuestro relato. La fortaleza sería readaptada para uso artillero durante los conflictos con Portugal del XVII. El castillo aguantó razonablemente el paso de los siglos, siendo declarado Monumento Histórico Artístico en 1895. Su interior fue usado como tierra de labor y uso ganadero. A lo largo del XX fue sometido a diversas restauraciones, de especial intensidad las acometidas en 1973 y 1999 sin que ningún técnico percibiera rastro alguno de megalitismo.Fue visitado por arquitectos, arqueólogos, escritores, periodistas y eruditos diversos. Ninguno supo ver el inmenso tesoro megalítico que atesoraba. 

En 1980, al calor del furor futbolístico generado por la celebración de los mundiales 82 en nuestro país, se construyó en su interior un campo de fútbol, con desmonte – fue usada incluso dinamita - y rellenos de hasta cuatro metros. En fotografías antiguas, antes de la construcción del campo de juego, se aprecia lo que parece el brocal de un gran pozo circular y algunas de las piedras aún de pie. Durante la construcción del equipamiento deportivo se tiraron esos menhires aún enhiestos. Algunos fueron reutilizados como postes para soportar publicidad o como bancos para sentarte. Nadie sospechó siquiera que esas grandes piedras fueran menhires grabados y que pudieran haber formado parte de un colosal megalito.

En 2004 se desmontó el campo de fútbol. El ayuntamiento quería poner en valor el castillo y habilitarlo para el turismo. Se hicieron caminos y señalizaciones y, en 2011, se instaló un primer módulo como centro de interpretación, contemplando el proyecto el aumentar su número hasta cinco. Asimismo, se habilitó parte del patio como espacio escénico, donde se celebraron importantes espectáculos. Sobre 2016 se ajardina y se crea una rocalla. Casualmente, y por simple criterio estético, se ordenó poner en vertical tres de las grandes piedras usadas anteriormente como bancos y soportes de señalización. Incluso, se sueltan algunos conejos y pavos reales, para amenizar la visitar de los turistas. 

El castillo fiero de Sancho se transformaba en una colorida atracción turística, sin que nadie, todavía, lograra ni intuir siquiera su pasado megalítico.

.En 2018 se descubre una estela del bronce, con rasgos antropomorfos, en un camino de la vecina localidad de Cañaveral de León, el pueblo de la famosa laguna. La prehistoria parece agitarse en la comarca. Esa primavera, solicitan a Timoteo Rivera, arqueólogo de Cala, que inspeccione unas grietas en el castillo. El concejal de cultura le acompaña durante la visita. Timoteo advierte las formas de las piedras y, como un fogonazo, le surge la inspiración. ¿Y si fueran menhires? Se produjo, entonces, la conversación que revolucionaría la historia del megalitismo ibérico.<<Pero Jesús, ¿estas piedras, de dónde la has sacado?>>. <<Puesde ahí, de debajo de la higuera>>. <<¿De ahí? Pues me parecen menhires>>. Tras una somera inspección, decide fotografiar su superficie, aprovechando para ello, incluso, los huecos que le proporcionaban las madrigueras de los famosos conejos. La sorpresa salta cuando las analiza detenidamente con el ordenador y aprecia, con nitidez, los grabados con motivos típicos del neolítico.  Su intuición no le había fallado. Con emoción contenida, informa del descubrimiento a la delegación de cultura, que, de inmediato, envía una inspección que confirma la importancia del hallazgo. El yacimiento fue visitado en 2019 por varios expertos, entre los que destacan Leonardo García Sanjuán y Primitiva Bueno, que avalaron la trascendencia del hallazgo. Precisamente, fue Leonardo quien nos avisó de la importancia del yacimiento y quién animó a Arqueomanía a visitarlo y grabarlo, para emitirlo prontamente en TVE.

Tras el parón de la pandemia, se comenzó a excavar a finales de 2020 bajo la dirección de Rafael Caso y la atenta mirada de Timoteo Rivera. Tras el desbroce, comenzaron los descubrimientos. Por ejemplo, el menhir con forma de falo, los múltiples grabados, o las cruces que los que los soldados de medievo <<santificaron>> aquellas viejas piedras paganas, que, sin embargo, respetaron. Los arqueólogos se dieron cuenta de que no se trataba de unos pocos menhires sueltos, sino de alineamientos. Y otro gran descubrimiento tomó forma. Nos encontrábamos ante un gran cromlech, el primero de este género excavado en España, con permiso del descubierto en Ayamonte. Ya que nos hemos puesto las gafas de ver, a buen seguro que iremos teniendo conocimiento de nuevos descubrimientos de cromlech y peñas sacras, que estaban aguardando a nuestro cambio de mirada y paradigma.

Perootra gran sorpresa, aún, les aguardaba. Los menhires formaban un círculo sobre la gran afloración volcánica, que, al modo de peña sacra, también formaba parte del megalito. Increíble, pero cierto.En efecto, el afloramiento volcánico, conformado por pillow-lava y brecha volcánica, se aprecia justo en el punto más elevado del cerro del castillo. Hoy sabemos que se trata, en verdad, de un espléndido ejemplo de una peña sacra. Y es que, el concepto de <<peña sacra>>, comienza a valorarse en la arqueología. Se trata de estructuras geológicas singulares que, algo manipuladas, fueron lugar de culto para nuestros antepasados de la prehistoria. Y nuestro caso es espectacular. Visible desde la distancia, fue tallado, aprovechado su forma natural en inequívoca forma de vulva, representación a la fertilidad femenina, motivo recurrente en el arte prehistórico. Casualmente, ¿o causalmente?, en la salida de la vulva se encuentra la puerta trasera del castillo, la conocida como la del sol y la luna por el hermoso relieve quecolocado sobre su arco. Nos llama la atención que en la vecina iglesia también haya puertas bajo esta denominación astrológica. La vulva tallada es el centro del cromlech. Alrededor se ordenan los alineamientos concéntricos de menhires, encajados milimétricamente sobre los alveolos excavados sobre la petra sacra y que se advierten a simple vista. Espectacular, emocionante, único. 

Hasta ahora, se han localizado alrededor de cuarenta menhires, pueden existir muchos más enterrados. Aunque la primera y la segunda fila, quizá la tercera, son circulares y concéntricos a la gran vulva central, no se descarta que pudiera, también existir alineamientos en líneas paralelas. Todo está por excavar, todo por descubrir. La mayoría de los menhires fueron levemente tallados de manera antropomorfa, marcando hombros y cabeza, algunos con un estrechamiento en forma de cinturón. Uno de ellos, al menos, con forma de falo erecto, con todo grado de detalle. La mayoría de los menhires fueron grabados con motivos diversos, geométricos, antropomorfos, orantes, espirales o las características medusas de los megalitos de Évora.

Estamos sin duda alguna, sobre un lugar sagrado, al menos desde el neolítico de hará seis mil años, o quizás todavía más antiguo, quién sabe.En la excavación arqueológica y en los trabajos que dirige la arquitecta Inmaculada Jiménez Aguilar, se han encontrado betilos – elementos de culto del bronce final y primer hierro – así como sestercios, posible ofrenda de un posterior santuario hispanorromano. Pero lo sagrado del lugar continúa en el tiempo para llegar hasta nuestros días, encarnándose su vigencia en la espléndida iglesia de San Miguel a las puertas misma del castillo, en una ubicación inusual, descentrada frente al actual centro del pueblo. ¿Por qué?

La inmensa mayoría de nuestros pueblos responde a un modelo urbanístico similar. En el centro urbano se localiza la plaza, con la iglesia y el ayuntamiento, símbolos del poder religioso y político, heredero de la concepción romana del foro, en el que se ubicaban el templo imperial y la basílica, donde se decidían las cuestiones municipales. No es el caso de Cumbres Mayores, en el que la iglesia de San Miguel se encuentra en lo alto, junto al castillo, bien alejada del ayuntamiento, que se encuentra aislado en la lejana Plaza de España. ¿Por qué se erigió la iglesia principal en el extremo superior del pueblo, una ubicación tan incómoda para el uso de sus habitantes? La explicación no puede ser otra que la devoción popular, probablemente a una ermita previa existente junto al castillo, que concentraría la reverencia y el respeto local. Algunos hallazgos, como los sestercios antes mencionados, apuntan a que pudo ubicarse un templo o santuario romano sobre el antiguo lugar megalítico. Y dado que los lugares sagrados son tenaces a lo largo de la historia, existe una alta probabilidad que aquella primera ermita se asentara sobre un antiguo lugar de culto que, a su vez, pudiera haberse erigido sobre un dolmen, al modo de las antas capelas portuguesas o de la iglesia de la Santa Cruz en Cangas de Onís. Distintas denominaciones y arquitecturas para honrar idéntico lugar sagrado. ¿Cómo erigir, entonces, la iglesia principal de San Miguel – el arcángel de los megalitos – en cualquier otra ubicación en el pueblo? Impensable. Siempre veneraron ese lugar por aquello, repetimos, de que lo sagrado es tenaz. Y como muestra inequívoca de este contumaz sincretismo religioso son las cruces grabadas sobre al menos dos de los menhires. Los constructores cristianos del castillo <<bendijeron>> aquellas extrañas y paganas estructuras megalíticas que los más viejos del lugar aún veneraban de alguna manera por aquel entonces. Quedaron las cruces grabadas y quedó la hermosa y sagrada iglesia de San Miguel como muestra de la sacralización cristiana de la <<peña sacra>>, como, con acierto, las denomina Martín Almagro,

            El castillo – y el crómlech subyacente – ha sido, desde siempre, el centro espiritual e identitario para las gentes del pueblo. De hecho, su urdimbre urbana es radio-céntrica, sus calles principales parten del lugar sagrado, a modo de radios de una planta circular. La iglesia de San Miguel es obra importante de Hernán Ruiz II, el arquitecto maestro mayor de la catedral de Sevilla, dada la relación que mantuvo la localidad con la capital hispalense. El riquísimo retablo y su tesoro fue financiado por Juan Gómez, que hizo fortuna en Oaxaca, México, a principios del siglo XVIII. El cargamento de plata y obras de arte desembarcó en Sevilla, desde fue trasladada a la iglesia de Cumbres. En una obra a mediados del XVIII se abrieron las puertas del sol y de la luna. Un reloj de sol luce en el primer tramo de la torre. Una riquísima edificación religiosa heredera que aquellos megalitos sagrados del remoto antaño. Quién sabe si una iglesia con alma de dolmen, que aún custodiaría, en su caso, en sus entrañas.

            Y decíamos al principio lo del protagonismo de San Miguel en nuestra historia, ¿Por qué? Un bajo relieve del arcángel se ubica sobre la puerta principal, mirando a la iglesia principal del pueblo, que es la de San Miguel, que, por cierto, es el patrón de Cumbres Mayores. Nos resulta imposible no comparar la omnipresencia de San Miguel sobre nuestro megalito hispano, con el gran túmulo megalítico de Saint-Michel en Carnac, coronado por la ermita de San Miguel Arcángel. ¿De nuevo casualidad? Pues quién sabe, la verdad.

            Cumbres Mayores se encuentra rodeado por fuentes y ermitas. Visitamos la más antigua, la de la Magdalena, actual y desgraciadamente en semiruina, que se ubica junto al yacimiento romano de Ausera, origen al parecer de la actual población de Cumbres Mayores, que se reubicaría a las faldas del castillo. Existe una leyenda que afirma que un túnel une la fortaleza con la fuente y la ermita, aunque, a día de hoy, no se ha podido localizar infraestructura alguna que la avale.

            Tras la visita al castillo, a su cromlech y a la ermita, tomamos una cerveza en el vecino bar del Mesón Rural El Castillo, magníficamente atendidos por sus propietarios. Estimulados por la emoción y la sorpresa, hablábamos sin cesar sobre lo descubierto. Se incorporó el alcalde, José Félix Delgado al grupo conformado por Rafael Sánchez, Inmaculada Largo, Rafael Casoy Timoteo Rivera. que nos acompañaron durante toda la visita. Todos tenían una historia que contar. De cómo se construyó el campo de fútbol, de cómo sonaban los explosivos usados para el desmonte, de la leyenda urbana las siete columnas del castillo – menhires – que enterraron en el relleno, de cómo dos piedras grandes fueron usadas como soporte de la publicidad y otras como bancos improvisados. Y, cómo no, del famoso túnel que uniría castillo y fuente. También de un pozo – la noria del castillo le llamaban – que quedó cegado y enterrado. Precisamente este pozo y su relleno adquirirá una altarelevancia arqueológica, pues su excavación podría ayudar a determinar las cronologías de quiénes lo abrieron inicialmente y sus usos. ¿Se trata de un pozo aljibe medieval? ¿Se excavó después, para finalidad agrícola y ganadera? O, ¿podría tratarse de un pozo ritual megalítico como el del dolmen de Menga o los de los templos-pozo de las nuragas y megalitos de Cerdeña? No lo sabemos. Lo único cierto es que, paciente, aguarda con su contenido esclarecedor a que la piqueta del arqueólogo descubra su secreto secular.

            Mientras finalizo este artículo, observo las viejas fotos que me remite Timoteo. Se aprecian algunos menhires aún de pie. El gran y enigmático pozo, aparece bien visible en ellas. Qué hermosa es la arqueología, dios, que alumbra tantas y tantas incógnitas que aún nos quedan por desentrañar al ponernos las gafas de ver. Que teníamos todoun enorme cromlech en el patio del castillo y nosotros sin enterarnos.

 

Manuel Pimentel Siles

Visita 13/08/2024

 

           

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