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TEJIDODE TIEMPO

Publicado 17/01/2021

MOMENTO DEL RODAJE EN NERJA. FOTO MARIANO IBÁÑÉZMOMENTO DEL RODAJE EN NERJA. FOTO MARIANO IBÁÑÉZ

El cine, y tal tele, son un arte del tiempo. La arqueología es una ciencia del tiempo. Cuando se fusionan, como en nuestro programa, hemos tejido un tiempo que contiene la explicación de otro. Y luego está el tiempo de nuestra vida, percibido a diferentes velocidades; relativo como dijo Einstein.

Esta semana (una unidad de tiempo) nos ha llevado – sin solución de continuidad – desde el estreno de la séptima temporada del programa hasta la profundidad de una gran cápsula de tiempo: La Cueva de Nerja.

Durante los minutos de la emisión del pasado miércoles, las sensaciones que experimentamos pasan por muchas fases, fruto – probablemente – de la proyección de nuestras angustias y nuestras ilusiones. Queremos, como es lógico, que todo fluya. Termina el programa y muchos de vosotros nos decís que “se os ha hecho corto”. Hemos metido un millón de años – o más – que están - ¿detenidos? – en los yacimientos de Atapuerca en media hora. Es como devolver el genio a la botella, o peor aún: es como meter el mar en una botella.

Mientras tanto,  Carmen me dice que un plano es largo, a la par que veo a María Martinón  con cara de chiquilla y luego a Emiliano Aguirre en 1976 explicando aquellos primeros fósiles. Si esto no es una máquina de tiempo, que baje Dios y lo vea.  Casi no me da tiempo a ver el programa porque tengo que responder tuits.

Termina la emisión, pasan las horas y los mensajes y tras un tiempo indeterminado compruebo que el programa ya está en “A la carta” lo que comunico apresuradamente en las redes. Ahora sí, ahora ya el estreno ha alcanzado la Eternidad, aunque sea una eternidad digital contenida en una nube de bites.Rodaje en Pico Pato. Foto Luis Efrén. Rodaje en Pico Pato. Foto Luis Efrén.

Al día siguiente está amaneciendo mientras nos aproximamos a la Cueva de Nerja. El sol me deslumbra durante unos instantes – que parecen siglos – y no sé si podría frenar a tiempo, llegado el caso. Así hemos estado tres amaneceres seguidos, escondidos detrás de la estantería de la realidad, por el sol que se levantaba  - raudo - sobre el Mediterráneo.

Imposible no recordar “Verano Azul”, que transcurrió en un tiempo de infancia y también imposible – en mi caso – recordar al gran José Guerrero que disfrutó de su tiempo más dorado en Nerja.

Al entra en la caverna  se afina la percepción. Al principio, la Sala de la Cascada o la del Cataclismo pueden apabullar por la profundidad de sus abismos y el por el tamaño de sus espeleotemas, producidos por el agua y el carbonato cálcico… Y el tiempo, ¡cómo no!

Me preocupo por si nos dará tiempo a rodarlo todo. Allí abajo, la arena cae rápido por la estrechez del cristal. Estrecheces hay muchas en la cueva. Y alturas y sombras. Pinturas y tumbas, niños rojos, caballos acéfalos, manos escondidas hasta el último minuto. La cueva es un microcosmos. Sus galaxias se llaman Montaña, Hércules, Cocina, Torca, Belén o La Mina. No son salas de baile, son habitaciones de una biblioteca de tiempo, de un tiempo pasado, el nuestro, que nos es común y esquivo.

La labor de los investigadores es precisar los tiempos de ocupación humana. Quién sabe si en Nerja el horizonte alcanzará los lejanos años del Pleistoceno Medio.

Vivimos en unos tiempos que merecen un tiempo de reflexión. Me lamento porque la vacuna no llegó a tiempo para un gran amigo – que ya no está – y me pregunto – el día que cumplo 48 años – si he dedicado mi tiempo a lo correcto,  o al menos a lo divertido. Lo que está claro es que me queda menos. Así que espero que sea un tiempo feliz y que sea intenso.

Por cierto, no olvidéis dedicar un rato de vuestra existencia tejida de tiempo para ver el próximo capítulo de Arqueomanía. Será sobre los neandertales de Pinilla del Valle y por supuesto, nos detendremos en explicar a qué dedicaban su tiempo. Es mejor que hablar del tiempo.

 

Manuel Navarro  

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