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LECCIONES NUMANTINAS

Publicado 03/11/2019

CERÁMICA NUMANTINA DE LOS SOLDADOS.CERÁMICA NUMANTINA DE LOS SOLDADOS.

Hemos regresado al sur, al sur que se resiste a entrar en el otoño como Numancia se resistió a Roma. Este verano infinito trae también aires de muerte, de algo enorme e irreversible que oscila sobre nuestras cabezas. Nada permanece, el clima tampoco, y menos ahora que nos proponemos vivir en una huída irrefrenable que todo lo deglute en su agujero negro consumista.

El miércoles pasado desde la atalaya de Gormaz, tras haber pasado por la legendaria Calatañazor nos preguntábamos por la vida de las huestes del caudillo de Cortes de la Frontera en esta lejana – para ellos – frontera del Duero. Las tropas de Almanzor estaban formadas por hombres de ríos más cálidos y de paisajes más fértiles.

Mirando el campo soriano siempre se experimentan una altura y un vacío difíciles de explicar. Hay una atmósfera absoluta y nítida que te cambia la percepción. Algo tienen esas tierras altas, ahora deshabitadas en gran parte: un magnetismo poético, una soledad sonora, una quietud molinosista. Si se presta atención desde las murallas de Gormaz se pueden oír el batir de alas de los buitres lejanos y rumor del Duero.

Partidas de hombres armados arrasando a los enemigos, quemando cosechas, vaciando graneros o mancillando doncellas. Muerte y venganza a hierro. Aceifas y cabalgadas; leyendas del Cid y de guerreros aún más antiguos y nobles.

Ya nadie quiere vivir por aquí, o casi nadie. El campo se abandona y queda para el paseo, para el puente largo, para la mirada desde el coche eléctrico o la bici con motor. Nadie quiere oler los cerdos o las gallinas, a nadie preocupa si el lobo mata las ovejas de un pastor abandonado. Pero hubo un tiempo que no fue así, una época legendaria en que la más grande potencia militar que vieron los siglos chocó con los irreductibles de Numancia.

GORMAZ. FOTO CARMEN.GORMAZ. FOTO CARMEN.

Numancia fue un episodio difícil para todos los protagonistas: Roma, no podía permitir la rebelión de una confederación celtibérica. Hispania y el paso hacia el oro del norte lo exigían. Los numantinos, por su parte, no querían someterse al poder de los invasores y el resto de celtíberos – si bien sentían afinidad por Numancia – no podían presentar batalla a Roma, so pena de aniquilación total. Para ellos era más rentable trabajar como mercenarios para el extranjero que defender el fuero de los numantinos.

Estratégicamente el panorama estaba claro. Si los habitantes, unos seis mil, de Numancia, se hubieran rendido, les habría ido mejor, pero habríamos perdido una leyenda; una gesta que se convirtió en la más citada de la Antigüedad. Los romanos fueron los primeros interesados en exaltar la resistencia numantina, la dificultad del sitio y la victoria final. Habían empeñado hacienda y honra en ello.

Tal vez por eso, Publio Cornelio Escipión no quiso dejar nada al azar. Escarmentado por los hechos del primer sitio de Numancia en 153 a.C. donde las emboscadas, la disciplina militar de los locales y sus redes de suministros habían acabado con el empuje romano – que incluyó elefantes – decidió crear un gran ejército de hombres bien entrenados y pertrechados.

Para ello, los tuvo varios meses – algunas fuentes hablan de cuatro – entrenando hasta estar prestos para el asedio. No quería una tropa ociosa, sino alerta, prevenida para entrar en combate en cualquier momento y para resistir hasta el final. Una de las lecciones de Numancia es el valor – inequívoco – de la preparación.

Otra lección es la decisión, el empuje para ejecutar un plan cuando el frío análisis nos da la solución. Escipión supo que la mejor manera de acabar con los numantinos era matándolos de hambre, por eso los cercó y tuvo paciencia. La paciencia necesaria y la frialdad imprescindible.

Seguro que desde Renieblas, donde aposentó sus reales, Escipión debía oír a diario el lamento de los numantinos.NUMANCIA. RECREACIÓN. NUMANCIA. RECREACIÓN.

Los habitantes de Lutia – ciudad aún no excavada ni localizada – concretamente los jóvenes, trataron de prestar ayuda tras el desesperado llamamiento de Retógenes el Caraunio, quien fue capaz de sortear el muro perimetral sobre Numancia y llegar hasta esta ciudad celtibérica de Lutia. Pero los ancianos del consejo prefirieron delatar a los jóvenes – 400 – que perdieron su mano derecha bajo el hierro romano. Otra gran lección: los viejos prefirieron salvar al conjunto negociando y delatando antes de perderlo en una aventura condenada al fracaso.

Y es que hay que saber medir las propias fuerzas, el impacto y alcance de las mismas y en caso contrario a una poseer una superioridad manifiesta, prestarse a negociar. Negociar es siempre renunciar, pero cerrarse en banda ante un arrolladora realidad, es condenarse a desaparecer. Que es lo que les sucedió a los numantinos.

Debió resultar muy amargo el día en que los generales celtíberos comprobaron que estaban solos y rodeados. Que habían fallado estrepitosamente en su estrategia; que estaban condenados a morir intramuros o fuera; destinados a la tortura o la esclavitud. Y de ahí, al drama del suicidio y al horror caníbal solo hubo unas cuantas miradas.

A pesar de las palabras que Tácito puso en boca del último arévaco sometido en Termancia: “Hoy murió aquí, la España (Hispania) antigua”, los numantinos, su memoria, es inmortal como la de Aquiles, aunque su destino resultara igualmente infausto.

Las lecciones de Numancia mantienen toda su vigencia. Pasen por el Museo Numantino de Soria, donde se celebra su Centenario, y vean la exposición que ha organizado Marian Arlegui, su directora conservadora. Verán, que no les miento.

 

Manuel Navarro

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