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FEZ,LA ÚTIMA MORADA DE BOABDIL

Publicado 20/03/2019

MAUSOLEO DE SIDI BELKASEM DE FEZ. FOTO CARMEN. MAUSOLEO DE SIDI BELKASEM DE FEZ. FOTO CARMEN.

La Historia tiene tres grandes enemigos: la tectónica de placas, el clima y la subjetividad. Todos son adversarios eficientes e insoslayables. La tectónica cambia la faz de la tierra; el clima convierte desiertos en bosques y selvas en praderas y la subjetividad mutila y remienda los hechos y los relatos.

Aquellos que tratan de encontrar la verdad sobre un acontecimiento del pasado, lo saben. La geología y el clima pueden descifrarse. Se les aplica la física y la química y se extrae de ellos una verdad más o menos aceptable. Los tafónomos refrendarán lo que digo.

En cambio, la subjetividad es más sutil, más humana. Un historiador clásico o romántico podía dar fe de un hecho del que simplemente había oído hablar. Tal vez se refiera en su cronicón a tal o cual ciudad de la Antigüedad sin haberla visto o quizás de por seguro que un rey murió en una batalla cuando en realidad lo había hecho en el regazo de una cortesana.

Y es que el mayor peligro para el relato histórico son los intereses y la pereza al comprobar hechos y documentos. Los historiadores contemporáneos lo saben muy bien. ¿En cuántas ocasiones hemos dado por aceptable una historia que a la larga se ha demostrado una falsedad? ¿Cuánto pesa el imaginario nacional en la balanza de la autocensura? ¿Cuánto los valores predominantes? ¿Qué ocurre con la corrección política o las miradas hacia el pasado bajo el tamiz de la actualidad?

Sin ir más lejos estoy leyendo una nota a pie de página de “El corazón de las tinieblas” de Conrad, en la que se afirma que Drake circunnavegó por primera vez la Tierra entre 1577 y 1580, cuando lo había hecho Juan Sebastián Elcano sesenta años antes. Así, sin sonrojarse.

El domingo pasado nos vimos junto a la llamada Puerta del Quemado de Fez buscando el mausoleo de Sidi Belkasem. Os preguntaréis qué interés podíamos tener en este santo musulmán y su morabito. Es una pregunta legítima, claro que sí. La respuesta es sencilla: buscábamos la tumba de Boabdil. O al menos el lugar que aceptan un mayor número de expertos como última morada del último monarca de Al Ándalus. Si se sigue la crónica de Al Maqari, la fuente más fidedigna según los expertos.

Pero volvamos a la cuestión. Son casi las diez de la mañana y el trasiego junto a cualquier puerta de la medina fesí es el habitual: mujeres veladas, pajareros, chicos en moto, taxis pequeños, arriería… El olor acre de los curtidores en el aire todavía limpio de la mañana convierte a Fez en una máquina de ilusión.

RODAJE EN LA MEDINA DE FEZRODAJE EN LA MEDINA DE FEZ

Según todas las indicaciones publicadas en la prensa española, el morabito o ermita de Sidi Belkasem está localizado en una explanada junto a las murallas, concretamente junto a la Puerta del Quemado.  Preguntamos a la policía de patrulla y nos dicen que esperemos. Llaman por radio, vienen otros policías que tampoco conocen el paradero de la tumba. Les enseñamos fotos, vienen más policías. Llamo a expertos de confianza en España…

Al final, acabamos subidos a un coche de la Gendarmería – que se ofreció con gran simpatía – buscando el eremitorio. Tras varios paseos por la muralla y por diferentes puertas, luego de preguntar a unos enterradores del Cementerio de Bab Mahruk, como una hora más tarde, nos encontramos delante de una explanada en la que había un rastro, un mercadillo de bicicletas y motos usadas. La policía nos advierte sobre el público asistente. Y allí, a lo lejos, un templete coronado con una cupulilla señala el lugar en el que el último Rey de la Alhambra espera la Eternidad. Estamos como mínimo a dos kilómetros de la Puerta del Quemado y de la muralla de la medina de Fez. Entonces pienso sobre cómo se escribe la Historia.

En el programa podréis ver las imágenes del lugar. De su visita nos queda cierta angustia y necesidad de verdad. Queremos saber el resultado de las pruebas antropológicas y genéticas. Pero de momento, Boabdil sigue siendo un espectro en Fez.  

Fez es una ciudad única. Por los adarves de Fes el Balí se pudieron ver gigantes como Ibn Arabí, Ibn al Jatib o Ibn Jaldún. En su Melláh, los sefardíes recordaron su patria perdida. En sus madrazas estudiaron las mentes más brillantes del Medioevo y la Edad Moderna. Dicen que cuando la fundó Muley Idris dijo: “Que Alá la conserve como Casa de Oración y de la Ciencia Verdadera”. Fez es una ciudad santa, una de las siete del Islam. Nosotros hemos tenido el privilegio de pisar varias, como Tombuctú o Kairuán.

Para mí Fez es la narración de Titus Burckhardt, la quietud de los hombres que buscaban a Dios  a través de la perfección de su artesanía; para mí Fez son sus mezquitas, como la de Al Ándalus o la de Kairuán; sus madrazas y las reatas de asnos subiendo hacia la puerta Azul por la estrechez de Talaa Sgira. Para mí Fez es la vista del laberinto de la Medina desde las tumbas de los Meriníes y también los gremios de los carpinteros y los libreros. Un Adán que rompe el silencio proclamando a Dios.

 Hay una Fez oculta y yo quisiera ser un Burckhardt para contarla. Pero no lo soy. Ya no se ven hombres santos por la medina de Fez. Recuerdo que una vez vi uno que vivía con su gato en la jamba de una ventana de Sidi Bou Said. O sí, tal vez sí. ¿Cómo si no sería posible mantener el milagro de la Medina de Fez?

Hay personas más grandes que la vida y ciudades más grandes que la vida. Quizás Boabdil lo fuera. Al menos, su fama, su desgracia ha superado la barrera ineludible del olvido.

Boabdil llegó a Fez destronado. Su reino, el último de Al Ándalus, ya no le pertenecía. Granada estaba en manos de los castellanos. Pero vivió cuarenta años en Fez. Se sabe que se construyó una casa inspirada en la Alhambra y poca cosa más. Quizás un día, un buen día, un manuscrito aparezca en un tapial o sea rescatado de una biblioteca del desierto. Quizás ese día, sabremos que fue en realidad de Boabdil en Fez y dónde fue enterrado. Esperemos que la tectónica de placas, el clima y la subjetividad, lo permitan. Inshalláh.

 

 

Manuel Navarro

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