Llegó en un Mercedes blanco, como en la canción de Kiko Veneno, y se bajó del coche detrás de un camión de mudanzas en plena China Town londinense; en ese vestíbulo de farolitos con ideogramas y fachadas rojas de tiendas y restaurantes con patos laqueados que antecede a Picadilly Circus. La tarde era fría y desapacible, propia de un noviembre londinense pero Lee Berger se dirigió hacia mí y hacía Ángel Martínez, el traductor, calurosamente; con decisión y confianza. Se presentó impecablemente vestido, incluyendo un sombrero que me pareció estupendo. Lo invitamos a franquear una de esas fachadas rojas que daba a un callejón, entre un pub holandés y un restaurante cantonés. Le explicamos que había sido difícil encontrar un sitio en Londres para hacer la entrevista con las debidas garantías. No puso ninguna pega. Subimos a la segunda planta de un edificio del pasaje y tras saludar a Carmen y Kurro, Lee se sentó en el lugar que le habíamos preparado.
Llevaba meses organizando esta entrevista y reconozco que sentí un profundo alivio cuando vi a Berger listo para hablar. En estas situaciones, en las que se negocia por persona interpuesta para preparar un encuentro, siempre hay un poco de inseguridad. Me ha pasado otras veces, con Mario Vargas Llosa, por ejemplo o con la familia Picasso. Cada día es más difícil acceder a depende qué personas y hay que anticiparlo todo con mucho tiempo y pasar por la conformidad de varios departamentos. En este caso, además, orquestaba National Geographic a través de distintas senior managers repartidas por Los Ángeles, Washington D.C. y otros lugares y con Berger de gira mundial por la presentación de su último libro Cave of bones, homónimo del documental estrenado hace unas semanas en Netflix.
Lee Berger habitualmente reside en Sudáfrica, pero se mueve bastante. Cerrar una entrevista con alguien así, es complicado. De hecho, cuando rodamos hace unos meses en la llamada Cuna de la Humanidad cerca de Johanesburgo, se planteó la opción de hablar con él en las cuevas de Rising Star o Malapa. Al final, salió del país durante nuestra visita y la entrevista no pudo hacerse.
Pero era importante y por eso hemos seguido sus pasos hasta Londres. Queríamos que pudierais conocer la historia de sus descubrimientos en primera persona y todas las reacciones que está provocando en el mundo de la paleontología humana. En este sentido, María Martinón Torres, directora del CENIEH y varios colaboradores acaban de publicar un artículo en Journal of Human Evolution poniendo seriamente en tela de juicio las conclusiones de Berger y su equipo.
Es ciencia, es el terreno para debates así y es muy importante y muy saludable que científicos de alto nivel se den réplica entre ellos aportando evidencias o pidiéndolas, como es el caso.
No obstante, tras leer los dos libros de Berger, ver su película y haberlo entrevistado en Londres durante más de una hora – respondió amablemente y en profundidad más de treinta preguntas – va creciendo en mí la sensación de que quiere trascender los límites de la ciencia pura y su ámbito natural de difusión.
Lo que plantea Lee Berger es que cambiemos los métodos para investigar la evolución humana, trabajando en entornos abiertos y con nuevas tecnologías; que consideremos otras especies con capacidad de desarrollar formas culturales y que revisemos todo el edificio de conocimiento que se ha construido hasta ahora. Es, por así decir, una enmienda a la totalidad con perspectiva tecnológica y con un desplazamiento del centro de nuestra especie, de Homo sapiens. De hecho, bromeé con él afirmando que los Homo naledi – según sus hipótesis – nos habían convertido en ángeles caídos, lo que le provocó una carcajada.
Yo creo que él se considera un explorador. Y los exploradores necesitan novedades. Es obvio que ningún aventurero así explora un terreno ya hollado. Y es cierto que Lee Berger ha descrito dos especies próximas al linaje humano, lo que es un hito histórico. Y quizá tenga más sorpresas bajo el sombrero, quién sabe. Berger es un hombre hecho a sí mismo, tiene mucha confianza en sí mismo. Después de escuchar sus respuestas durante más de una hora no me quedan dudas al respecto. Y tiene un equipo de más de 100 científicos. Es un ejército. Y tiene iniciativa. Y en la guerra, el que tiene la iniciativa suele ir por delante.
No voy a hablar aquí de las muchas respuestas que nos dio Berger, las mostraremos en el programa, bueno, en los programas de la décima temporada dedicados a la evolución humana en Sudáfrica. En ellos, como es nuestra norma, habrá contraste de puntos de vista. Pero es muy importante que la persona que ha liderado las publicaciones sobre Australopithecus sediba y Homo naledi, haya defendido sus postulados ante nuestras cámaras, en primera persona. También lo han hecho varios expertos de nivel mundial, como María Martinón Torres, que no comparten sus métodos y sus conclusiones.
Creo que el esfuerzo de todos los implicados merece la pena. Creo que es una suerte que podamos contarlo. En Londres, ya brillan las luces de la Navidad. Mi regalo de este año ha sido poder preparar junto a todo el equipo de Arqueomanía unos programas como estos para todos vosotros.
Manuel Navarro