Éste es el relato de la llegada de los primeros cristianos a la Península Ibérica partiendo de la arqueología y de las fuentes escritas.
A comienzos del siglo IV se celebraba en Iliberris, probablemente Elvira, Granada, uno de los primeros concilios eclesiásticos de los que tenemos noticias. Sus actas están llenas de informaciones preciosas a cerca de las primeras comunidades cristianas peninsulares.
El cristianismo se difundió por las calzadas de Roma, a lomos de legionarios y comerciantes. Es un credo que a pesar de haber nacido en Oriente, tiene un insoslayable componente romano.
En este capítulo se trata de separar el trigo de la paja, lo legendario de lo científico, en definitiva de mostrar la documentación científica como contrapunto a la tradición.
Osio, Constantino o Juliano el Apóstata son los protagonistas de un relato que empieza a decapar una realidad extraordinariamente compleja.