Hoy hemos rodado en el sitio de arte rupestre de Siega Verde, en el Río Águeda, cerca del Duero y la frontera de Portugal. Territorio salmantino que anticipa un fin de semana en el portugués Côa. El arte paleolítico al aire libre empieza a ocupar un espacio tradicionalmente destinado a las profundidades de las cuevas.
Es posible que lo más fascinante de la ciencia sea la caída de los paradigmas. La ciencia, con sus armas, no cierra la puerta a nadie que emplee su método - el científico - y que sea capaz de someterse al juicio del resto de la comunidad.
Uno de esos paradigmas es que el arte figurativo del paleolítico superior, se plasmaba exclusivamente en el interior de las cuevas. Así que lugares increíbles como Altamira o la Pileta serían - según los viejos paradigmas - los receptáculos del talento pictórico de nuestros congéneres de la Edad del Hielo.
No obstante, el descubrimiento de arte figurativo en soportes móviles, como en Parpalló (Gandía, Valencia) o los grabados que adornan las orillas de los grandes ríos peninsulares, entre los que destacan el Tajo, el Guadiana y el Duero, han cambiado las perspectivas.
Nadie puede negar ya que desde el paleolítico se plasmaron animales o signos abstractos en las rocas ribereñas, ni que su funcionalidad o pretensión, coincidía grosso modo, con el arte fijado en los paramentos de las cuevas.
El paleolítico va abandonando la oscuridad de las cavernas para retozar al sol en las orillas de los grandes ríos peninsulares.
En la arqueología es conocido que las cosas no existen hasta que no se buscan. El aumento de las prospecciones de lugares arqueológicos como Siega Verde, abundará en la aparición de nuevos sitios con arte parietal al aire libre. Véase si no lo que ha ocurrido en Guipúzcoa o Vizcaya.
Dos de estos pioneros impenitentes son Rodrigo de Balbín y Primitiva Bueno, matrimonio por amor y por dedicación arqueológica. Ellos, como en otras ocasiones, nos han acompañado hoy por los vericuetos del Águeda. Nos han llevado, con paciencia, aguantando la solanera, de uno a otro refugio. Y como por arte de birlibirloque se han presentado ante nuestros ojos fatigados por la claridad, unos animales, en ocasiones extintos, que parecían dirigirse hacia un lugar en su propio horizonte. Lo hacían con firmeza, con determinación, mostrando toda su belleza.
Había gentes paleolíticas que eran virtuosos y otros que no tanto. Pero la pulsión artística o comunicadora estaba en ellos. Como lo está en nosotros. Si no, ¿Qué hago yo un viernes a esta hora dando la lata con el arte rupestre?
Mañana al Côa. Os deseamos un gran fin de semana, el último de este julio olímpico impar que nos da más disgustos que alegrías:
Manuel Navarro