El programa, emitido en 2019, tenía previsto su pase antes de que estallara la pandemia del COVID. El pasado jueves, 10 de noviembre, pudimos compartirlo en la sede fesí del Instituto Cervantes junto a un nutrido grupo de ciudadanos y representantes del mundo cultural. Posteriormente se desarrolló una animada tertulia.
En primer lugar queremos mostrar nuestro agradecimiento en la persona de Miguel Ángel Sanjosé, director de la Delegación del Instituto Cervantes en la ciudad de Fez (Marruecos). No sólo por haber dispuesto y organizado este evento de manera tan oportuna como primorosa, sino por haber sido capaz de mantener la idea del mismo a pesar de la pandemia. No ha cejado Miguel Ángel en su empeño de que Arqueomanía se desplazara hasta Fez para llevar a cabo esta presentación y eso es algo de agradecer; lo mismo que el trato exquisito que hemos recibido por parte de su joven, profesional y muy humano equipo.
Nuestro agradecimiento también a las autoridades de Cultura de Fez y Mequinez, en la persona de su Director Regional y de Nadia Berrachid y a los miembros de la Universidad que han tenido a bien acompañarnos durante estas horas en la ciudad idrisí, personificados en la prestigiosa figura de Saida Alami que nos ofreció una extraordinaria conferencia tras la proyección del documental "La tumba de Boabdil". Extendemos este agradecimiento a medios como Hespress que se han hecho eco de nuestra presencia en Fez.
Titus Burckhardt sabe de lo que hablo. Pocas personas han entrado en contacto con las esencias, con el genius loci de una ciudad como Titus lo hizo con Fez. Ni siquiera Pamuk en Estambul lo logró.
Y es que una visita a Fez no es cualquier visita. Quien haya tenido la dicha de leer aCuando Al Farabi escribió su Medina, Ciudad Ideal (Al Madina al Fadila) quizá no tuviera en mente a Fez, pero no puedo anticipar un epíteto mejor para el dédalo idrisí. Los 181 barrios de la medina, con sus fuentes y mezquitas, permanecen ahí para demostrarlo. Como testigos de la resistencia de un modo de vida que fue y que se aferra a su pureza y su misterio para no desaparecer.
La medina juega con sus espejos transparentes que son fiel reflejo del mismísimo principio de realidad. ¿Qué es real y qué no? ¿Qué has visto en la medina y qué has imaginado ver? Ya casi no quedan lugares así, por eso este laberinto con casi 300 hectáreas de callejones, adarves y puertas en recodo debe preservarse porque es un hito de la Humanidad. Así lo reconoció la UNESCO y así debemos recordarlo. A mí el jueves me habló un gato al oído, un gato que se escondía tras la cabeza triste de un dromedario, que a la vez me susurró el camino de la Biblioteca de Kairouán. No sería el último prodigio del día.
Estábamos contemplando la hipotética Tumba de Boabdil, último Rey de Granada, cuando Miguel Ángel Sanjosé tuvo una lúcida ocurrencia: visitar la Biblioteca Qarawiyyin de Fez, lo que es misión imposible sobre el papel. Pero sus buenos oficios y los de Nadia Barrachid, obraron el milagro. Hubo Baraka, sí, junto a la tumba del rey desposeído y del santo venerado. Y recayó sobre nosotros, doy fe.
Cuando atravesé la puerta de la Biblioteca de Kairouán me sentí liviano y colmado; percibía que algo magnífico se acercaba. Y no tardamos mucho en ver las maravillas custodiadas en la sala del Fondo Antiguo, donde delicados manuscritos brotados en un tiempo inverosímil siguen conviviendo en una perfecta armonía de tintas, gramáticas, vitelas y doradas cubiertas. Allí, lo juro, vi la firma de Ibn Al Jatib y un comentario de Averroes sobre la obra de Aristóteles. Allí, Ibn Tufail se nos presentó con su vademécum que todavía hoy se estudia en las facultades de medicina del Mogreb; allí, hasta pudimos ver un Evangelio de San Lucas escrito en árabe, considerado como el más fiel por los exégetas vaticanos. Después de ver semejantes maravillas ¿Qué podría producirnos aflicción?
Confieso que me acordé y mucho de Rafael Chirbes y también de Tombuctú y de los viajeros que fuimos en pos de sus míticas bibliotecas hace ya dos décadas. Si la realidad es un juego de espejos transparentes, la memoria es una trovadora. Se ríe de nosotros.
Al salir de la Biblioteca Qarawiyyin y ver a los artesanos golpeando el latón de sus peroles sujetados con pies virtuosos; al oír un viento lejano con la voz aterciopelada de un almuédano cantando su Adán, sucumbí al encanto. O mejor sería decir - de cervantinas maneras - al encantamiento. Cálamo que revoloteas tras muros de las puertas...
Después vinieron la gastronomía - excelente - y las vistas - indescifrables - desde los altozanos que rodean la medina como un collar de perlas. Se acercaba la tarde y con ella la hora de Boabdil.
Vae victis, enunciaban los romanos, para señalar la fatalidad del derrotado. Convendremos que si la Alhambra de Granada es el lugar más bello del mundo, el hombre que tuvo que entregarla fue el más desdichado. Porque no entregaba sólo el espacio sino el concepto. El secreto de los alarifes y los geómetras, el conocimiento profundo de los sabios de la Sabika. Ya nada podría ser igual, nunca.
Cuando Boabdil llegó a Fez, según relataba la profesora Alami, citando fuentes locales, no fue bienvenido. Su secretario tuvo que esforzarse mucho para conseguir que autorizaran su residencia en la medina. Quizá pasó allí 40 años, como constructor. La misma profesora contaba en su conferencia que Boabdil, el Desdichado, era mal visto en la ciudad por haber rendido Granada, por no haber dado hasta la última gota de su sangre, y que por eso - tras su muerte - lo enterraron bajo el dintel de una puerta del barrio de los andaluces. Para que todos los que entraran y salieran mancillaran su memoria pisándolo.
Ya advertía hace unos párrafos que habría más prodigios. Y los hubo. Cuando tras un buen rato de proyección, conferencia y preguntas nos disponíamos a levantar la sesión, un hombre de unos setenta años pidió la palabra. Se presentó como descendiente de Boabdil, como un Abencerraje. Y contó, que en los ya lejanos años de su infancia, su abuelo lo llevaba hasta el morabito de Sidi Belkassim y le decía que "el abuelo" de Alándalus estaba allí enterrado. Los dos, sentados en el escalón del marabut contemplaban la Ciudad Santa de Fez al atardecer.
¿Volveremos a Fez? Inshalláh.
Manuel Navarro