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HASTA SIEMPRE, KARLA

Publicado 31/08/2024

¡Hola, entusiastas de la navegación y las expediciones! ¿Listo para una aventura que hará que tus amigos piensen que te has convertido en un vikingo? Este agosto, una tripulación de seis valientes (y un poco locos) exploradores zarpará de las Islas Feroe a Trondheim, Noruega, a bordo de Naddoddur, una réplica del barco vikingo. Vamos a recorrer la ruta histórica del legendario navegante Naddodd y a mantener viva la cultura vikinga y la destreza en la navegación.

Nuestro viaje es un tributo a Naddodd, el vikingo que descubrió Islandia, y un testimonio del espíritu perdurable de exploración y aventura. La tripulación, que incluye a dos estimados miembros del Club de Exploradores, navegará por el desafiante Mar del Norte, confiando en el trabajo en equipo, el coraje y talvez algunos amuletos de buena suerte.

Este mensaje todavía puede leerse en tu perfil de LinkedIn, aún retumba colmado de vida, de ilusión; emana energía y ese pellizco en el estómago al soñar con lo que vendrá en el camino, en la singladura. Los grandes viajes siempre son metáfora de la vida y de la muerte. Nada es una sin la otra.

En estos tiempos de móvil o tablet en el sofá es muy difícil encontrar a una joven con tus ganas de vivir, de aprender y experimentar. Tenías 29 años, vividos en plenitud, no medio ausente como suele ser habitual en el paisaje actual. Mereces honores, desde luego, por esa abnegación y esa capacidad de trabajo, por vivir el presente y no esconderte detrás de una pantalla.

Habías analizado, como etnógrafa, a la tribu Ngöbe de Costa Rica. Después de estudiar y vivir en México, España, Marruecos, Alemania, China, Taiwán, Panamá, Inglaterra y Nicaragua, ya como arqueóloga e investigadora de campo, te habías propuesto una gesta que nos remitía – irremisiblemente – a otro noruego, como Naddodd: Thor Hejerdahl y su legendaria expedición de la Kon – Tiki.

Miro hacia atrás y pienso qué hacía yo con 29 años. Y recuerdo aquel verano duro preparando la expedición a Tombuctú para seguir los pasos de los andalusíes exiliados. Me vienen sensaciones contrapuestas: necesidad, ilusión, inmensidad, reencuentro. Nos la jugamos el todo por el todo; buscamos y encontramos. Pero pudimos caer en el Río Níger o en cualquiera de los enormes trayectos que realizamos por el desierto, por el Gran Padre Sáhara. Los peligros eran muchos, pero la necesidad de contar y revivir una historia era mayor. Lo sé bien, sé lo que es esa bocanada de aire, por eso lo traigo a colación, porque entiendo perfectamente tu motivación cuando te hiciste a la mar junto a tus cinco compañeros en las Islas Feroe rumbo a la costa Noruega. Luego, el océano tenebroso se cobró su parte. 

KARLA DANA. FOTO DE SU PERFIL DE LINKEDINKARLA DANA. FOTO DE SU PERFIL DE LINKEDIN

La arqueología experimental tiene grados de riesgo muy diferentes, ya que los objetivos a emular también lo son. No es lo mismo tallar un bifaz o despellejar el cadáver de un bisonte en los laboratorios del CENIEH que cruzar 800 millas en un barco de madera. El objeto de análisis es distinto y los riesgos van aparejados. La arqueología experimental es una aproximación al conocimiento. En tu caso, fue también una aventura plena, real, muy real, tan real que acabó con tu vida en un naufragio a 60 millas de la costa noruega.

Esta mañana he mirado al mar. Es lo primero que hago todas las mañanas. Algunos días, cuando el agua está calmada y transparente, cojo mis gafas y un tubo y me sumerjo en ese universo encerrado en otros parámetros, con otras leyes; en un espacio continuo con criaturas observantes y observadas, en un caldero de sonidos y colores. Al bucear nos adentramos en lo ingrávido y lo infinito, oteamos unos fondos que contienen parte sustancial de nuestra historia natural y cultural. Cuando me fijo en los fondos pienso en aquellos neandertales que deambulaban por aquí hace cien mil años, cuando la línea de costa se adentraba varios kilómetros mar adentro.

El mar es la última frontera y es la gran frontera de la arqueología. En ocasiones, una frontera mental. Pero en este planeta azul – que lo es por el predominio de zonas sumergidas – no se pueden entender las cosas si restamos importancia al mar, y por tanto a la navegación. Tú lo sabías, Karla, por eso embarcaste en un navío experimental. Querías corroborar que era posible navegar hace mil años por el Mar del Norte.

Pero siempre que hay navegación hay naufragios. Quizá por eso parte de la comunidad científica de la espalda al mar como fuente de conocimiento. Por suerte, cada vez más investigadores consideran el factor marino como clave para comprender la expansión humana y la de sus manifestaciones culturales: desde el Pleistoceno.

Karla, siempre me ha parecido una falacia eso de que no se puede probar la navegación porque no se han encontrado los barcos. Claro, si estos eran de madera es muy difícil que sus estructuras o sus improntas sobrevivan más allá seis o siete mil años, y eso ya es mucho. Hay que derribar ese tabú, buscar otros marcos de análisis.

Esto me trae a la cabeza otros barcos, los del yacimiento italiano de la Marmotta, que tienen 8 mil años gracias a haberse conservado en un suelo lacustre, sumergidos. ¡Menudo rodaje en el Lago de Brasciano, cerca de Roma! Casi nos quedaos allí sujetos por los tentáculos de la pandemia del COVID 19. Eran los primeros días de marzo de 2020 y además de pasar miedo, pudimos comprobar cómo unos barcos del neolítico habían navegado desde Anatolia a la península itálica. Un equipo esloveno, que seguro que conocías, realizó un experimento arqueológico replicando uno de estos barcos y navegando desde Italia a Lisboa. Todo un hito.

Karla, casi todos los días, después de ver el mar, cuando me giro hacia el interior de mi biblioteca, veo el libro Océano de Barry Cunliffe, una publicación de referencia. ¿Cuántas mentes ha abierto el autor con sus postulados? Incluso ha conseguido un gran proyecto europeo en el que participan decenas de investigadores de varias universidades británicas y continentales, como el caso de Marta Díaz Guardamino. Cunliffe ha conseguido que se mire el mar de otra manera.

En ocasiones, en los mismos anaqueles, también veo el Atlas Fantasma, plagado de lugares que nunca existieron más allá de la imaginación de los hombres: El Reino de Preste Juan, La Atlántida o Mu son algunos de esos míticos emplazamientos pelásgicos, o quizá sería mejor decir oníricos.

Cuando se mira al mar con atención se aprecian diferencias constantes, no es para nada un escenario monótono. Lo mismo se observa la entrada de un cormorán como un ariete atravesando la superficie que se ve un delfín saltando a lo lejos junto a un grupo de congéneres.

Hoy, un cielo plomizo de finales de agosto, en una semana húmeda y cálida, me hacía pensar en tu valor y tu determinación. Hoy el Mediterráneo tiene los colores del fiordo de Roskilde, que seguro conocías bien.

Para los romanos, nuestro recuerdo nos hacía permanecer vivos. Espero que tú, Karla Dana, un espíritu científico y vital, sigas viviendo en la memoria de todos para ser ejemplo de muchos.

 ¡Resuenen tres hurras por Karla entre las olas del mar!

Manuel Navarro

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