RECREACIÓN RELIEVE GLADIADORAS

Que las mujeres combatieran o no en la arena de los anfiteatros es una de cuestiones que abordaremos durante el próximo capítulo de Arqueomanía. Es uno de los aspectos que se somete a debates intelectuales o no tan intelectuales. Unos dicen que eran sólo prostitutas, otros que eran luchadoras reconocidas. Ésta, insisto, como tantas otras cuestiones tratarán de ser aclaradas en nuestro capítulo dedicado a la "gladiatura". La colaboración de Alfonso Mañas y todo lo recogido en su magnífico libro "Gladiadores: el gran espectáculo de Roma", editado por Ariel, ha sido clave. También la participación de otros grandes expertos como Desiderio Vaquerizo. ¿Y qué decir del Museo de Córdoba y su magnífica epigrafía? ¿O el grupo recreacionista Iugula?

El hecho de abordar un tema de esta naturaleza sin caer en lugares comunes suponía un reto. No se trata de un área del conocimiento en el que abunden los expertos ni las publicaciones. Por suerte, fuimos - como en tantas ocasiones - a dar con algunos de los mejores. 

Nuestro reto ha sido también tratar de trasladar a los espectadores a una sociedad que hacía del espectáculo de la violencia un acontecimiento social. Fruto de ello son los enormes anfiteatros que todavía se conservan a lo largo y ancho de lo que fue ecúmene romana. Cuando se ha visto el gran Coliseo, cuando se ha paseado por la arena de Itálica, de Puzzuoli, de El Djem o Mérida, el espectáculo gladiatorio adquiere una relevancia distinta. Se percibe como un hecho vertebrador de la sociedad. Los anfiteatros son los estadios de fútbol y los gladiadores lo más parecido a futbolistas, boxeadores o matadores de toros de otra época. 

Son héroes en la arena, ídolos con nombre y grupos de fans. Sí, en Pompeya se ha demostrado la existencia de una especie de clubes de seguidores. La lucha gladiatoria, a pesar de ser un espectáculo que tiene su origen en oscuros rituales funerarios, levantaba cada glóbulo rojo de la sangre de los romanos. POSIBLE ASPECTO DEL ANFITEATRO DE CÓRDOBA. BOSCO.

Su origen, que se tratará en el programa, plantea algunas incógnitas. Su esplendor llegó con el Imperio: Tito inauguró el Coliseo con 100 días de juegos, Trajano llegó a celebrar 117 días de juegos. Adriano también los celebró, aunque su debilidad eran las cacerías, que se ofrecían por la mañana. Por su parte, Marco Aurelio detestaba los espectáculos del anfiteatro, pero no se atrevió a eliminarlos, prohibiendo solo matar al gladiador vencido siempre que podía. 

Un gladiador era una inversión. El lanista cuidaba de sus gladiadores porque eran su negocio. Ahí se abre otra de las incógnitas: la muerte en los combates. No dejaremos pasar la oportunidad sin darle respuesta. 

Tampoco desdeñaremos una de las cuestiones historiográficas más complejas: ¿Hubo una escuela de gladiadores en Córdoba? La epigrafía alusiva de su museo, la segunda más importante de Europa tras la de Roma, tiene mucho que decir. 

Este capítulo estará lleno de acción gracias a las demostraciones de los gladiadores del grupo Iugula, tan vinculado a la XXX Ulpia Aelia. Desde un ludus en plena Bética, llevaremos a vuestras pantallas sus rituales de entrenamiento, estilo de vida y combates. 

Una semana más os saludamos, querido público, con ánimo de gladiadores que están dispuestos a dejarlo todo en la arena de la vida.

Manuel Navarro