No hay que caer en la melancolía. La vida sigue su curso inexorable y Arqueomanía llega al final de sus emisiones. Parece que fue ayer cuando empezamos y han pasado diez años en los que hemos realizado 6 temporadas. Setenta y un programas después, es para sentirnos orgullosos de haber llevado el trabajo de los arqueólogos españoles ante el gran público. Hemos tenido la oportunidad de haber conocido a centenares de investigadores, profesionales con una vocación, preparación y capacidad de sacrificio increíbles. Hemos visitado, así mismo, centenares de yacimientos, dentro y fuera de España. En este último capítulo de la sexta temporada hemos querido hacer un pequeño homenaje a aquellos que trabajan "allén la mar".
Porque resulta particularmente difícil trabajar en otro país, especialmente en algunos países. La preparación en España es buena, con 17 sistemas diferentes, según la comunidad autónoma, con 17 realidades diferentes y con grandes trabas para el trabajo real de los arqueólogos. Conocemos países en los que un director de proyecto tiene varios ayudantes y secretarias. Aquí las cosas, por lo general, son bien diferentes. Así que nuestros arqueólogos están habituados a lidiar cinqueños y negociar con el mismo Belcebú para poder avanzar en sus proyectos, lo que les otorga una dureza y resistencia que hace que cuando miran el Valle de los Reyes les parezca un prado alpino.
A nosotros nos encanta acompañarlos y contar sus historias. Hemos visto muchos quijotes. Hemos sufrido con ellos los reveses administrativos, las malas artes y las especulaciones. Sabemos que caminan, como funambulistas, con un vacío bajo sus pies. Pero los hemos visto sacar adelante sus proyectos.
Por esto, siempre quisimos visitarlos por lejos que estuvieran. Por dar testimonio de su entrega fuimos a Olduvai en Tanzania o a Luxor en el alto Egipto. Vivimos los rigores de Kharaysin en Jordania o buceamos en el Lago de Bracciano para desentrañar La Marmotta. Hemos visto los pasos de los pioneros en Herculano, desde Alcubierre a Bernal y a las nuevas generaciones desperdigadas por los cinco continentes: desde Filipinas a Denisova.
La última entrega tiene materiales inéditos, experiencias que no habéis podido ver. Un fragmento muy importante del programa está dedicado a Teotihuacán. La experiencia mexicana fue de las más bonitas. Recién aterrizados en el D.F., a las pocas horas, nos vimos trepando por planos inclinados de inconfesables grados en enormes pirámides y viendo una cultura material desbordante, exuberante y misteriosa.
Los restos materiales de la Humanidad nos dejan cada vez más claras las interacciones de unos pueblos con otros. El hombre es ante todo un ser en constante movimiento, una especie altamente adaptable. Cada rincón del planeta así lo confirma; cada excavación científica lo certifica.
Nuestra misión es llevar la actividad y el conocimiento arqueológico hasta vuestros hogares. Entendemos que España es el territorio central, pero eso no es óbice para seguir la pista de las historias y de sus protagonistas más allá de nuestras fronteras.
A fin de cuentas, vivimos en un mundo globalizado, ¿Verdad?
Para comprender nuestro neolítico, ¿No es imprescindible visitar Gobeklitepe? ¿Cómo se puede explicar el esplendor del Imperio Romano sin ver Éfeso?
Nuestro deseo es continuar con este viaje, con esta experiencia que nos ha permitido traeros las vivencias de esos genios particulares que se dedican a la arqueología y la evolución humana. Esperemos que nuestro deseo se cumpla. Muchas gracias a todos, una semana más, por estar ahí:
Manuel Navarro