El pasado martes estábamos rodando en el Museo de Salinurfa cuando vi una tablilla cuneiforme – con más de tres mil años – que recogía una lista de palabras y sus sinónimos. ¡Una lista de sinónimos! Es, en detalles como éste, en los que se aprecia con mayor claridad el enorme desarrollo civilizatorio de los pueblos del Creciente Fértil. El sumerio o el acadio ya manejaban gran cantidad de vocablos hace miles de años, lo que deja a las claras su gran madurez lingüística.
Salinurfa – la Gran Urfa – es por derecho propio una de las ciudades más antiguas del mundo. Se dice que en ella nacieron Abraham y Job. Gilgamesh dejó sus escritos épicos dentro de sus murallas; y aquí se excavaron. El gran rey habló del Edén y de la Tierra de la Eternidad. Quizás Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso en Urfa, o eso afirma cierta tradición local.
Es Urfa uno de los grandes escenarios de la Historia de la Humanidad. Situada en la actual Turquía, es el corazón donde late la ancestral Mesopotamia. Tierra pródiga, de suelos fértiles y ríos caudalosos, de antiguas ciudades y enjutos profetas. Té y pistachos, viejas danzas de tamboril y chirimías, estanque de peces sagrados; templos paganos como el de Sin.
El gran museo arqueológico de Urfa no tiene solo una espléndida colección de tablillas cuneiformes, con partes de la Epopeya de Gilgamesh. Posee miles de piezas; más de treinta mil. En Turquía se han tomado muy en serio su valor y han construido un museo colosal, digno de las colecciones que alberga.
Al principio de su recorrido, una mirada de obsidiana te deja petrificado, como a Sara: el Hombre de Urfa es la escultura a tamaño natural más antigua que existe. Datada en el nueve mil antes de Cristo, la estatua representa un antropomorfo que tiene los brazos tallados y cruzados por debajo de la cintura. Un collar cuelga de sus clavículas. Conviene aclarar que existen esculturas paleolíticas más antiguas, pero no de tamaño natural. El Hombre de Urfa fue excavado cerca del estanque sagrado de las carpas, en la colina que cobija la cueva en la que la tradición sitúa el nacimiento de Abraham y el templo de Sin.
Los brazos del Hombre de Urfa recuerdan a los que aparecen tallados en dos grandes ortostatos de la cercana Göbekli Tepe. La “colina panzuda” que es lo que viene a signifcar Göbekli Tepe pertenece – al igual que el Hombre de Urfa – al neolítico precerámico. Estamos en los albores de la civilización, en el umbral de una revolución que cambiaría la faz de la Tierra para siempre.
La interpretación que los arqueólogos alemanes y turcos están haciendo de Göbekli lo cambia todo: sitúa a la religión como causa de la civilización, no como efecto. Los defensores de esta hipótesis aseguran que fueron comunidades de cazadores – recolectores los que edificaron Göbekli.
El vínculo con el lugar, la importancia otorgada a los templos y sus cultos es lo que habría provocado la sedentarización y la extensión de la agricultura, y no al revés, como se pensaba hasta ahora. Estamos ante un giro copernicano, ante un cambio de paradigma. Y es un sismo.
En el programa hemos publicado unas declaraciones de Arsuaga en las que afirma que un rascacielos no es más que un montón de cabañas unas sobre otras, que en realidad seguimos siendo neolíticos. Lo reseño por la importancia que posee una variación en el enfoque del inicio del neolítico.
Göbekli y sus alrededores son un ónfalos, un ombligo del mundo. Hoy en día pueden verse cuatro recintos sagrados, contiguos unos de otros, que tienen doce mil años de antigüedad, ¡Doce mil años! Estamos ante los primeros santuarios construidos por mano humana. Ojo, no es que en el paleolítico no pudiera haber santuarios rupestres – que seguramente y aunque sea difícil de demostrar, existían – es que estamos ante edificios perfectamente planificados y construidos. Además con una rica simbología y cosmogonía subyacentes.
La sociedad que levantó Göbekli, era compleja. Probablemente poseían grandes conocimientos astronómicos. Al observar los animales tallados en los ortostatos es imposible no pensar en tótems. Al comprobar la exclusión deliberada del rostro humano en sus dos pilares mayores, no podemos por menos pensar en un tabú. El repertorio de fauna procedente del yacimiento que puede verse en el Museo Arqueológico de Urfa, quita el hipo.
Según los expertos locales, cada uno de los cuatro recintos sagrados fue levantado por un clan. Hoy en día, estos recintos han sido protegidos con una cubierta para su correcta conservación. Hay que proteger este lugar a toda costa, aunque sea en prejuicio de su contemplación. Y su entorno, porque el potencial del yacimiento es de casi doscientas hectáreas. En Göbekli hay trabajo para varias generaciones de científicos. Estoy convencido de que poco a poco, se irán esclareciendo las razones y fines de su construcción y de que también se ordenarán los paradigmas.
La revolución de Göbekli no es más que una de las que vendrá desde ese Creciente Fértil. Anatolia y Mesopotamia tienen toneladas de información valiosa en sus estratos. Las condiciones paisajísticas y climáticas permitieron un desarrollo muy pronto de la vida humana y de la civilización. Parece probable que los primeros humanos del Out of Africa que terminaron en Georgia, pasaran por aquí primero. La clara presencia de achelense y musteriense nos pone en la pista.
Han sido unos días intensos, maravillosos. Nuestros paladares guardan el amargo sabor del café turco y la frescura de sus huertas. Nuestras retinas la visión desde Mardin o el Monte Nemrod. Nuestra piel, la agradable brisa del Éufrates en Romkale. Desde ahora, vemos las cosas de otra manera, porque Ex Oriente lux.
Manuel Navarro