LOS PRIMEROS HUMANOS ERAN DEPREDADORES, NO ÚNICAMENTE CARROÑEROS
Un estudio publicado en PeerJ Live&Enviroment realizado por un equipo de investigadores españoles con un proyecto en Olduvai Gorge (Tanzania) da un giro copernicano a las hipótesis sobre la evolución humana y la expansión de nuestra especie fuera de África.
El artículo firmado por Lucía Cobo-Sánchez (@LCoboSanchez), Manuel Domínguez Rodrigo y Enrique Baquedano entre otros expertos, sitúa a Homo ergaster - como mejor candidato - Homo habilis o a Homo rudolfensis, en la cúspide de la cadena trófica retomando un debate que excluía que los primeros humanos sobre la faz de la Tierra poseyeran habilidades cinegéticas, es decir, que cazaran.
La captura y consumo de antílopes y gacelas hace 1,8 m.a., exigía una gran cooperación social y una elevada inteligencia, al carecer nuestra especie de herramientas corporales. Nos faltan grandes colmillos o garras como las que disfrutan los grandes felinos o los osos.
Ninguna persona que haya visto amanecer en Olduvai o caer la tarde en el Ngorongoro puede olvidarlo. Ningún estudioso o aficionado a la evolución humana que haya tenido el privilegio de visitar esta caja negra de la paleontología humana puede dudar del valor de los yacimientos del Lecho de Olduvai.
En política se dice que cuando Estados Unidos estornuda, Europa se acatarra. En evolución humana, todo lo que viene de África acaba por cambiar los paradigmas. No en balde, allí está el origen de la Humanidad.
El consenso científico había situado a los primeros representantes del género homo como consumidores de carne, pero a través de actividades de carroñeo o descuido. Al menos durante las últimas décadas ya que a finales de la década de 1970 se publicaron algunos trabajos científicos en los que se defendía la hipótesis que hoy se confirma.
El debate entre los investigadores que como Louis Leaky, Glinn Isacc o Henry Bunn, defensores de la actividad cinegética de los primeros homininos, es decir, de su capacidad para cazar, frente a Lewis Blindford y Robert Blumeschine ha dado una vuelta de tuerca. La opinión mayoritariamente aceptada que presentaba a los primeros representantes del género homo como cleptoparásitos o carroñeros tiene que actualizarse necesariamente. Esta artículo demuestra que los primeros homininos de Olduvai hace 1,8 m.a. cazaban piezas de - al menos - mediano tamaño.
El artículo que se publica hoy en PeerJ es un terremoto: los primeros humanos eran cazadores y su conducta cambió la propia especie y el medio ambiente que los rodeaba. Hemos hablado con Lucía Cobo – Sánchez (@LCoboSanchez) autora principal que nos responde las primeras preguntas sobre una publicación que va a provocar que corra la tinta.
Hoy es un día para anotar con letras de oro en los estudios de evolución humana.
(Las siglas M.N. se corresponden con Manuel Navarro. Las siglas L.C. con Lucía Cobo)
M.N. ¿Podemos afirmar que los homininos del Lecho 1 de Olduvai eran cazadores, no sólo carroñeros?
L.C. Sí, hay varios yacimientos del Lecho 1 con grandes acumulaciones de carcasas de animales de mediano y gran tamaño con trazas de haber sido consumidos por homininos y en las que también observamos que fueron obtenidos mediante acceso primario, es decir antes que ningún otro carnívoro. Esto significa que eran cazadores, porque no hay evidencia de modificaciones de los huesos por parte de félidos.
M.N. ¿Ocuparon los homininos del Pleistoceno inferior de Olduvai el nicho ecológico de algunos carnívoros provocando así su extinción?
L.C. Parece probable que al volverse depredadores los homininos ocuparan el nicho ecológico de algunos carnívoros. De hecho durante el Plioceno y el Pleistoceno en África Oriental hubo una importante disminución de la diversidad de carnívoros. Los estudios han demostrado que estas extinciones de carnívoros no se correlacionan con los factores climáticos y ambientales. Por el contrario, están fuertemente correlacionadas con la expansión del cerebro de los homínidos, lo que sugiere que un aumento de las capacidades cognitivas puede haber permitido a los primeros Homo acceder a los nichos ecológicos de otros carnívoros e incluso superarlos.
M.N. ¿Es el Homo ergaster el principal candidato de estas actividades de caza y consumo de carne?
L.C. Sí, dada la complejidad del comportamiento de los yacimientos de Lecho I, es más adecuado atribuir la autoría de ese registro al hominino más complejo que existía en esa época. Homo ergaster / H. erectus temprano es el candidato más probable.
(Enrique Baquedano, coautor del artículo y codirector del proyecto de Olduvai apunta que a falta de restos humanos que ofrezcan una identificación inequívoca, es más prudente otorgar la autoría cinegética a tres candidatos: Homo rudolfensis, homo habilis y como no Homo ergaster, el favorito del equipo por su mayor desarrollo evolutivo).
M.N. ¿Cómo explicamos claramente la relación de marcas de dientes de hienas, homininos y felinos para dibujar el escenario en el que el hominino pasa de carroñero a cazador?
L.C. Hay varias maneras de establecer el orden cronológico de acceso a la carne en estos yacimientos. La aproximación que hemos utilizado en este artículo consiste en identificar qué tipo de carnívoros dejaron las marcas de dientes sobre los huesos. La hipótesis es la siguiente: si H. ergaster carroñeaba, veríamos en el registro arqueológico marcas de dientes de los carnívoros de los que carroñeaba, es decir felinos. Si por el contrario era cazador, las marcas de dientes deberían pertenecer a hienas que hubieran carroñeado los restos. Todas las marcas de dientes del yacimiento de DS se atribuyen a hienas, solo una es más parecida a las que dejan los leones. Esto significa que aunque hubiera podido haber algún episodio aislado de carroñeo, la mayor parte de las veces, los homininos estaban cazando.
M.N. ¿Es el método de Deep Learning (inteligencia artificial) fiable para obtener estas conclusiones?
L.C. El Deep Learning es ahora mismo el método más objetivo, fiable y de mayor resolución que tenemos para diferenciar marcas de dientes de carnívoros. Los modelos se han entrenado con muestras experimentales y funcionan muy bien, clasifican las marcas arqueológicas con altos grados de confianza.
M.N. El hecho de poder confirmar que nuestra especie era cazadora hace 1,8 m.a. cambia el panorama de la evolución, especialmente las capacidades cognitivas. ¿Cuál es la lectura profunda de este artículo?
L.C. Efectivamente, las implicaciones de que nuestros antepasados hace 1.8 millones de años eran cazadores son importantes. Cazar este tipo de antílopes no es fácil, y menos sin tecnología compleja. Implica conocer muy bien el comportamiento de los animales y del entorno. Además, los humanos no somos especialmente fuertes o rápidos y no tenemos garras ni colmillos afilados, los recursos que nos quedan son la inteligencia y la cooperación en grupo. Conseguir semejantes cantidades de carne de forma regular solo tiene sentido si va a ser consumida por todo el grupo, es decir que tendría que haber existido compartimiento alimenticio también. Todo esto implica también un cambio en la estructura socio-reproductiva. No sabemos del todo todavía cómo se habrían organizado socialmente, pero intuimos que tenía que ser una organización social muy cohesiva. Vemos por la distribución de los restos de huesos que los animales eran consumidos de forma colectiva en espacios reducidos, lo que refleja esa cohesión o colectividad, a diferencia de cómo es distribuida la carne en campamentos de cazadores-recolectores actuales en las distintas unidades y espacios familiares. Así que diría que la lectura profunda del artículo es que el comportamiento de caza era una parte integral de la vida de los homininos ya hace 1.8 millones de años y esto tiene consecuencias conductuales y sociales que sin duda nos ayudan a entender mejor cómo nos convertimos en humanos.
M.N. ¿Se estrecha la correlación consumo de carne - aumento del cerebro - aumento de las capacidades cognitivas con este estudio?
Sin duda esos aspectos están muy ligados. También da la sensación de que poco después en otros yacimientos que los grupos de homininos se iban haciendo más grandes porque aumenta el tamaño de los animales que consumen. Una explicación es que haya más individuos que alimentar. Y esto a su vez refleja una mayor complejidad cognitiva y social, porque aumenta el número de individuos con los que se habrían relacionado.
M.N. ¿La caza primitiva puede relacionarse con la aparición del registro arqueológico y el primer Out of Africa (salida de África de nuestra especie)?
L.C. De alguna forma sí. Los yacimientos más antiguos (2.6 millones de años) también tienen evidencia de consumo de carne. No hay suficientes datos como para decir si esos yacimientos también fueron resultado de la caza pero tenemos razones para creer que pudieron haberlo sido también. La caza no tiene por qué haber evolucionado del carroñeo. De hecho son comportamientos muy diferentes. La caza está en realidad muy integrada en nuestra historia evolutiva. También los chimpancés cazan y por tanto se ajusta más al principio de parsimonia asumir que nuestros antepasados también. El primer Out of Africa también sucede durante este periodo y sin duda está relacionado también con la expansión del cerebro y la caza.
M.N. Me gustaría leer una valoración personal de tu parte y una predicción sobre esta línea de investigación.
L.C. Personalmente, me intrigan las consecuencias de este comportamiento en la organización social del grupo. Se me plantean muchas nuevas preguntas a raíz de estos resultados, sobre todo, cómo cazaban y cómo se organizaban socialmente? Creo que la investigación seguirá por esta línea. Existen varios yacimientos que se formaron durante el mismo periodo y podremos compararlos, en cuanto a los animales que se cazaron o las estrategias de caza que siguieron. También podemos analizar la distribución espacial de restos para entender como usaban el espacio. Todas estas cuestiones nos pueden ayudar a entender su organización social.
La Historia sucede delante de nuestros ojos. Somos afortunados por poder asistir a tantos y variados eventos. Hoy los estudios sobre evolución humana han dado un gran paso. Un paso que viene desde la remota, ancestral y prístina África, desde el lecho seco de un río en Olduvai Gorge.
Manuel Navarro