Los primeros cristianos de la gran ciudad de Roma crearon un espacio subterráneo destinado al enterramiento y a la espera de la segunda llegada del Mesías. Arqueomanía ha visitado las principales catacumbas de Roma para mostrar su arqueología.
Priscila era una noble romana que dio nombre a una de las grandes catacumbas de Roma, situada bajo la paleobasílica de San Silvestre. Allí, bajo decenas de metros de la superficie se conservan los vestigios de aquellos primeros cristianos de la Urbe que eligieron construir cementerios subterráneos para esperar la venida de Jesús.
La construcción, empleo y mantenimiento de estos lugares permite una práctica arqueológica tan singular como necesaria. El equipo de Arqueomanía se ha desplazado para filmar varias de estas catacumbas junto a la catedrática Alexandra Chavarría, gran experta de la Universidad de Padua.
Del oscuro interior de las catacumbas brotan imágenes genuinas que nos trasladan a los primeros siglos de la cristiandad.
Las catacumbas de Calixto se sitúan en la Vía Appia. Para comprender el mundo funerario romano previo al cristianismo hay que desplazarse hasta allí. Arqueomanía lo ha hecho.
En la imagen lateral puede verse la representación de un fossor, uno de los trabajadores de las catacumbas. El cuerpo de fossores es probablemente el colectivo laboral más antiguo que se conoce. Lleva funcionando ininterrumpidamente desde el siglo III o IV depués de Cristo. La fotografía pertenece a un fragmento de pared conservado en el museo del Mausoleo de Santa Helena, en Roma, que fue erigido junto a unas grandes catacumbas. El fossor porta una lámpara de aceite, o quizá una pala en la mano derecha, y un saco - es de suponer que con tierra - sobre el hombre izquierdo.
Las dimensiones de las catacumbas son extraordinarias. Hay que calibrar muy bien para hacerse una idea de su extensión. Hoy en día, los trabajos científicos continúan bajo tierra, en un ambiente difícil de ventilar y con altas dosis de radiación natural.