Toledo es lo que hay dentro del signo de interrogación que dibuja el Tajo al rodearla. Es una de esas ciudades – pocas – que es algo más que una ciudad. Se resiste – de alguna manera – a dejar escapar su alma anfibia; su naturaleza escatológica, sus ecos nigrománticos. Asomarse a algunos de los callejones de la zona del Alcázar es como hacerlo a la ventanilla de un avión o a la pasarela de un navío. Tiene uno la sensación de viajar en una máquina. Y es que lo es, máquina del tiempo, al menos.
De hecho en 2007 fuimos a rodar su Cueva de Hércules, por encontrarla parecida al Madrid subterráneo que Edgar Neville plasmó magistralmente en su “Torre de los siete jorobados”. Antes, mucho antes, habíamos pisado sus calles y el interior de las Tornerías. Eran los tiempos iniciales y buscábamos los ecos de Alí Ben Ziyad.
El otro día, Arturo Ruiz Taboada tuvo a bien mostrarnos los cimientos – hasta ahora ocultos – de esa mezquita de Tornerías. Un edificio sobre el que no hay demasiado consenso sobre su origen. Y es que en verdad se hace complicado pensar en una mezquita edificada bajo poder cristiano. El siglo XIII parece tardío para una fundación así.
La semana pasada tuvimos la suerte de bajar para ver una impresionante fábrica de sillares romanos reutilizados. O eso parece. Al bajar las escaleras se sabe que se baja al pasado que – metafóricamente – es pilar y sostén del presente. En Toledo la arqueología está en los sótanos y también incrustada en las fachadas de casas construidas sobre baños romanos, templos paganos o sencillos hogares de la desaparecida Carpetania.
Hemos tenido la oportunidad de ver parte de esa ciudad “menos visible”, de rodar en lugares como el Museo de los Concilios o la Capilla Mozárabe de la Catedral; de vislumbrar la Vega Baja y el Cerro del Bú. Pasear en el silencio de una noche de lluvia junto al Cristo de la Luz; ese silencio reverberante al subir hacia Alfileritos.
Estamos tras los pasos de la España Visigoda, o mejor sería decir Hispania, porque la llegada de los visigodos y el fin del Imperio son un trasunto romano. En un mundo “perfecto” si se permite la ironía, se incorporaron diferentes culturas, pueblos que en un principio aprendieron y que luego tomaron las riendas en importantes regiones del antiguo señorío del Lacio. Hubo crisis económica, quizás también climática y el estado, que era Roma, no pudo con la presión demográfica. Puede que también se presentara una crisis de valores, pero lo que fue galopante fue la falta de dinero. El Imperio de Occidente, se había arruinado y eso abrió a las puertas a muchos pueblos que husmeaban fuera del limes. Nada hay eterno.
Durante estas últimas jornadas hemos tenido la suerte de conocer de primera mano – con el afán de transmitirlo – lugares como Guarrazar, Recópolis o Vascos. En todos ellos se viven los vaivenes de la Historia. La crisis, el cambio. Los tres yacimientos tienen mucho que aportar.
En Guarrazar, lugar donde aparecieron (según se calcula) veintitrés coronas votivas de los reyes visigodos hay varias estructuras arquitectónicas que Juan Manuel Rojas está investigando a fondo. Sus hipótesis son muy novedosas, como tendréis ocasión de ver en el programa.
Recópolis, con sus 23 hectáreas, mira de frente al castillo emiral de Zorita. Es un yacimiento imponente en eso que ahora se llama España vacía. Digo yo que será España despoblada, porque vacía no está. Está llena de historia y de lugares increíbles como Recópolis. Los visigodos no se apartaron de las rutas previas romanas, lo certifica el hecho de que fundaran hitos en la calzada entre Cartago Nova y Complutum. Caraca está a tiro de piedra de Recópolis.
Pero de todos los sitios que hemos visto durante el último rodaje, es el yacimiento de Vascos el que más dudas presenta. Excavado durante los últimos cuarenta años ha dado abundante información sobre diferentes periodos. Ricardo Izquierdo tuvo la gentileza de darnos sus claves. Por resumir, el lugar estaba ocupado desde la prehistoria, aunque es en época emiral y califal cuando da un salto de calidad, alcanzando su esplendor durante el siglo XI. La caída de Toledo en manos cristianas estaría detrás de su declive.
Vascos tiene un sistema de fortificación complejo, con una enorme muralla que rodea gran parte de sus ocho hectáreas – la zona sin muralla es un acantilado a un río deudor del Tajo – y una alcazaba. Pero la muralla transcurre en gran parte, especialmente su flanco sur, por una cota muy superior a la de la fortaleza. ¿Qué sentido defensivo tiene esta distribución? Es posible que la zona de la alcazaba sea más antigua – no en vano allí se excavaron los restos del Bronce – y ello provocara un amurallamiento posterior. Desde la alcazaba se controla el paso del vado del Tajo, en un momento en el que no había puentes en la zona.
Vascos está relacionado con el procesamiento de hierro y con la defensa del Tajo, siendo una importante plaza en época califal. Puede que actuara como refugio de una guarnición destinada a controlar a los levantiscos pobladores de Extremadura o a los más levantiscos aún que se camuflaban en los adarves de Toledo. Quién sabe, el tiempo lo dirá.
Pero lo más extraño es que nadie conoce su etimología ni aparece en fuente alguna.
Han sido unos días muy bonitos y productivos. Unas jornadas que han producido más preguntas que respuestas.
Manuel Navarro